viernes, 7 de diciembre de 2007
Divergencia Segunda
719:01:58:103

PERIPLO



Lo dúctil de las palabras, ascendiendo y quedándose tantas veces adheridas del todo en la memoria, para terminar por diluirse casi por completo, cegando. Aquel cúmulo de ideas sin freno ni pausa, dirección, razón o lógica siquiera; eso es en parte la causa de lo sucedido hoy, tal vez.

En unos momentos arribará, quien es hasta ahora nuestro más núbil huésped. Triste fin para un joven. Eso de dejarse llevar por la irracionalidad, el no detenerse a cavilar, a contemplar los hechos como un total.
Lo que importa ahora es descubrir en que momento, los celos o quizás su pasado se entrelazaron para llevarle a ese estado de insania mental. ¿Percibió acaso su no existencia en aquel mundo (al que parecía pertenecer); que sólo fue recogido a mitad del camino entre sus raíces y aquella vida “perfecta” que se le ofrecía?
Según el doctor interino, al recibir la llamada, se le refirió acerca de las pupilas oscurecidas, casi en lo absoluto de un color carmesí, que llamó la atención a la mayoría de quienes presenciaron parte de la funesta escena. Eso fue precisamente lo que alertó a nuestro personal. De haber sido distinto, tal vez bastaba con derivarle el centro de salud unos días, quizás unas cuantas semanas. Pero el suceso de las pupilas… aquello era señal inequívoca de que parte de nuestra investigación estaba en lo correcto, algo sucedía en Villa Placeres.
Además, quién sufrió mas con este incidente, resultaba ser parte de los albaceas que financian nuestras continuas indagaciones, así que debíamos acudir de manera rápida y silenciosa, para mitigar de cierta forma el inmenso dolor que significa perder a dos de sus seres mas queridos.
Pero el silencio, la calma, el pasar desapercibido, no fueron opciones finales para el equipo que fue en búsqueda del joven; se nos pidió, por los intercomunicadores, que preparásemos una habitación “de esas” en el sector especial. Que no solo las pupilas estaban irisadas de carmesí sino, el ojo por completo, lo que indicaba que algo mas podría suceder, con lo cual parte de la unidad especializada debió movilizarse a la casona en cuestión.

Cuando parte del equipo médico, se enteró de lo sucedido en el pueblo, algo de temor se reflejó en el rostro de casi todos. Solo los mas antiguos mantuvieron cierto rictus de calma; yo, en verdad me sentí mas curioso que intimidado, deseaba ver lo que sucedía en aquella etapa de la enfermedad, necesitaba verificar parte de la información – difusa en gran medida- que mi antecesor había descrito en sus notas, que guardaba con celo, para intentar aportar luz a tanta sombra.

El sonido de las balizas comenzaba a acercarse al Instituto, pronto tendría la oportunidad de encontrar algunas respuestas quizás, tal vez no, al menos estaría ahí, cuando uno de los “propagados” – denominación que reciben quienes sin tener contacto con algún enfermo de este tipo de contagio, muestran síntomas de la misma- llegase hasta acá.

“¡Alto!”, resonó la orden desde la parte superior del pasillo que separaba el ala de los internos comunes de aquel – el primogénito le llamaban con mofa algunos- que era el primero y único que aún mantenía la enfermedad en sí. La voz me era absolutamente conocida, se trataba del director; quien ordenó a quienes nos dirigíamos al otro sector detenernos y volver a nuestras tareas diarias. Aquello era incuestionable. Cuando el director ordenaba no se ponía en duda mandato alguno, pero a mi parecer eso era arbitrario, mi deseo por aprender y aportar estaban siendo vapuleados, pero cuando finalizó su monólogo quedé estático… “…ninguno debe traspasar las puertas divisorias al menos en una semana… además del joven, uno de los auxiliares sufrió un ataque que según el encargado se produjo sin mediar contacto entre paciente y tratante, al parecer esto es altamente contagioso… por lo que debemos extremar nuestras medidas de seguridad…”.

El ulular de las sirenas era próximo ya, las luces rojizas de los pasillos alertaban al personal, las puertas exteriores comenzaban a cerrarse y asegurarse, era hora de volver al trabajo, con suerte tendría mi oportunidad de ver al joven mas adelante, aunque las posibilidades de descubrir algo nuevo habían aumentado con la infección carcomiendo al auxiliar, quien de trabajador pasó en unos momentos a interno. Quizás la suerte estaba de nuestro lado, quizás encontraríamos una buena solución al problema mas pronto de lo que imaginábamos…
posted by Alejandro Astorga @ 22:21  
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